🧡 A su ritmo: cuando la paciencia también educa

Octubre suele traer consigo la sensación de que “ya deberíamos estar adaptados”. Las rutinas del cole, los horarios, las actividades… todo parece ir cogiendo forma. Y sin embargo, en muchas casas y familias, sigue habiendo mañanas con lágrimas, tardes de cansancio, o peques que aún dudan, reclaman o se resisten.

Y entonces, aparece la impaciencia. Esa vocecita que dice: “ya tendría que poder”, “aún no lo consigue”, “algo estoy haciendo mal”.

La Disciplina Positiva nos recuerda algo esencial: cada niño y niña tiene su propio ritmo. Y acompañar no es acelerar, sino sostener ese proceso con presencia, amabilidad y firmeza.

🧠 Lo que pasa en el cerebro cuando “aún no pueden”

El desarrollo cerebral no ocurre igual en todos los niños y niñas. La corteza prefrontal, encargada de la planificación, la atención y la autorregulación, se desarrolla de forma muy desigual y continúa haciéndolo hasta bien entrada la juventud.

Por eso, comparar o forzar ritmos no solo no ayuda, sino que puede generar más estrés. Cuando el cerebro infantil percibe exigencia o desaprobación, se activa la amígdala, que dispara respuestas de defensa (llanto, bloqueo, rabia…).

En cambio, cuando sienten calma, confianza y aliento, el sistema nervioso se relaja y se activa el aprendizaje real. La paciencia adulta se convierte, literalmente, en un puente de regulación para su cerebro.

🌱 La mirada de la Disciplina Positiva

La Disciplina Positiva habla de amabilidad y firmeza a la vez:

• Amabilidad para comprender el proceso.

• Firmeza para ofrecer estructura y límites claros.

No se trata de dejar que hagan lo que quieran ni de sobreprotegerlos, sino de confiar en sus capacidades sin rendirse.

Amabilidad es decir: “Veo que te cuesta separarte, y entiendo que te dé miedo.”

Firmeza es añadir: “Y aún así, sé que puedes hacerlo. Aquí está tu profe, y volveré a buscarte.”

La paciencia no es pasividad. Es confianza activa: estar, acompañar, sostener y seguir creyendo aunque los resultados tarden.

✨ Ideas prácticas para cultivar la paciencia

🔸Observa los pequeños avances. A veces el progreso no es visible, pero existe. “Hoy tardaste menos en entrar”, “hoy sonreíste al ver a tu amiga”.

🔸Evita las comparaciones. Cada peque tiene su propio reloj interno, además de que la diferencia de meses entre compis se nota más en sus primeros años escolares. Las comparaciones solo generan presión y culpa, no motivación.

🔸Modela la paciencia. Si tú respiras y esperas, tu peque aprende que esperar también es una habilidad que puede adquirirse.

🔸Da tiempos de descanso. Adaptarse cansa. El juego libre, el silencio y el no hacer nada también ayudan a procesar los cambios.

🔸Valida y alienta. “Sé que es difícil, y confío en ti.” El aliento refuerza la confianza más que cualquier premio. Céntrate en el proceso.

🌷 Y para ti, que acompañas

A veces, acompañar a su ritmo también nos enfrenta a nuestros propios ritmos como personas adultas: la prisa, las expectativas, el cansancio.

Puede que te descubras deseando que ya lo logre, que ya duerma, que ya entre sin llorar, que ya obedezca sin protestar. Y eso también es humano.

Recuerda: la paciencia no se trata de no sentir prisa, sino de autoregularse y no dejar que la esos momentos decidan por ti.

Cada vez que eliges esperar con calma, sostener sin rendirte o confiar un poco más, estás enseñando la lección más importante: Que crecer lleva tiempo. Que los procesos son valiosos. Que el amor no tiene prisa.

✨ Un recordatorio suave: La infancia no necesita correr. Solo necesita acompañamiento, mirada y confianza.

Y tú también estás creciendo a tu ritmo. Cómo lleváis la adaptación a los ritmos en casa? Os leemos con mucho cariño. 🌻